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pasteles al óleo, 42 x 29,7 cm

En el corazón de Gran Canaria, donde los paisajes agrestes tocan el cielo, mi arte captura la esencia de un viaje inolvidable. El punto focal, Rocque Nublo, se erige con orgullo sobre el lienzo, un centinela atemporal que presencia la danza de continentes.

Desde el elevado Pico de las Nieves, el punto de vista revela el intrincado tapiz de la grandeza natural. La silueta rugosa de Rocque Nublo, encaramada majestuosamente en el lienzo del horizonte, emana una sensación de sabiduría antigua y resistencia. Su fachada desgastada, marcada por el tiempo, cuenta historias de innumerables travesías, cada paso dejando una huella imborrable en el alma.

Bajo la danza celestial, los ritmos rítmicos de una danza africana resuenan por los valles, armonizando con el pulso de la Tierra. Los colores vibrantes de atuendos tradicionales se mezclan y fusionan con los tonos terrosos del terreno montañoso, simbolizando la fusión de la cultura y la naturaleza.

En la distancia, la silueta de Tenerife ofrece un telón de fondo distante, un observador silencioso del espectáculo que se desarrolla en el reino de las nubes. La interacción de luz y sombra en sus contornos agrega profundidad a la narrativa, un sutil recordatorio de la interconexión de estas islas encantadoras.

«Roque Nublo» es más que un espectáculo visual; es una celebración de la relación simbiótica entre la humanidad y el mundo natural. La ascensión a la cima de la montaña se convierte en una danza con los elementos, un viaje que trasciende el reino físico y toca el alma.

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